Por sus frutos

Usted puede conocer un árbol frutal por los frutos que produce. Muy fácil, ¿verdad? De la misma manera usted puede conocer el corazón de una persona por las obras que hace. Esto no es tan fácil, pero se aplica de igual manera tanto al corazón humano como al árbol frutal.

Luís Sánchez conocía perfectamente tanto las nueces así como los árboles de nueces. Desde hacía treinta años los cultivaba en el valle Shenandoah de Virginia, EE.UU. Por medio de algunos injertos, él mismo había desarrollado nuevas variedades. Para poder hacer esto, seleccionaba los mejores tallos de los diferentes árboles, y con mucho cuidado los injertaba a troncos que ya él había preparado de antemano. Satisfecho, Luís Sánchez veía crecer aquellos tallos hasta que, finalmente, se convertían en árboles llenos de nueces.

Sin embargo, Luís Sánchez nunca decidió desarrollar o producir una nueva variedad juzgando sólo por el árbol. Más bien los juzgaba a cada uno por la calidad y la cantidad de los frutos que los mismos producían. Una vez que él separaba la cáscara de la nuez, la pesaba y comparaba la cantidad de nuez con respecto a la cáscara de la misma. A base de todo esto, él escogía las mejores variedades.

Así también usted, al igual que Luís, juzga y evalúa todo árbol frutal por sus frutos: las ricas papayas, las dulces naranjas, las deliciosas cerezas, los jugosos mangos. Siempre son los frutos los que llaman la atención.

De la misma manera es en su vida espiritual: son los frutos los que valen. ¿Qué, pues, son los frutos espirituales? Son las buenas obras que usted hace; no sus buenas intenciones ni su fe que no se puede ver. Yo me refiero a esas acciones visibles que usted realiza.

¿Cuáles son las acciones que vienen a su mente todas las noches cuando ya está a punto de acostarse? ¿Son acaso los actos bondadosos, justos, sanos y puros? ¿O quizá es el egoísmo, la impureza, la codicia y la impaciencia? ¿Le cuesta decidir?

Hagamos las preguntas de otra manera. Cuando usted examina la vida de otros, ¿qué clase de acciones encuentra? ¿Es en realidad tan difícil saber si los hechos de otros son buenos o malos? Probablemente no lo sea.

Ahora, ¿qué clase de frutos ven otros en usted cuando ellos lo examinan? Pero más importante que todo esto es, ¿qué dirá Jesús cuando él examine sus actos? ¿Encontrará los frutos de su vida podridos, llenos de gusanos, sin sabor, o será pura cáscara? ¿Puede usted imaginar las acciones suyas en las manos del Señor? ¿Serán como frutos escogidos, de buen gusto y abundantes? Esta respuesta es muy importante, porque Jesús enseñó: "Por sus frutos los conoceréis" (Mateo 7.20).

Jesús quiso que supiéramos que él juzgará a todo hombre por sus obras. Las obras muestran lo que hay en el corazón. Además, Jesús dijo: "Por sus frutos los conoceréis", porque quiso que nosotros supiéramos juzgar los corazones de los demás por sus acciones. Este pasaje da énfasis especialmente en que sepamos distinguir entre los profetas verdaderos y los profetas falsos. Jesús explicó que el fruto que el hombre produce revela qué clase de maestro es él. Jesús no enseñaba que él mismo podía discernir la fe del corazón, que es algo invisible, aunque él mismo sí podía saberlo todo. Lo que él estaba tratando de decirnos era que hombres como usted y como yo podemos evaluar la creencia de otras personas por las acciones de las mismas.

Por lo tanto, debemos tener nuestros ojos abiertos para cerciorarnos de si lo que otros dicen concuerda con lo que hacen. Pero no dejemos nosotros de producir buenos frutos por estar juzgando los frutos de los demás. Tampoco pensemos en hacer algunas buenas obras para disfrazar un corazón malo o cubrir acciones malas. Eso de nada servirá; las uvas no crecen en arbustos espinosos ni los higos en los abrojos.

Usted necesita el tronco correcto para poder dar buenos frutos. Por lo tanto, si su vida es estéril o produce malos frutos, deje que Jesucristo lo limpie ahora mismo. De este modo usted verá los frutos tan hermosos que brotarán de los tiernos retoños de su vida. El resultado natural será las buenas obras, las que el Señor Jesús llamó "buenos frutos".

No debemos esconder esos frutos. En Mateo 5.16, Jesús dijo: "Así alumbre vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos". Todo el mundo espera ver buenas obras en la vida de los cristianos. También todos juzgan la falta de fe en otros por sus malas obras. Y así los cristianos pueden juzgar a los hombres de la misma manera. Los hechos malos quieren decir que hay un corazón malo, no importa lo que diga con su boca. ¿Por qué? Porque el mismo Jesús enseñó esta verdad tan simple al tomar como ejemplo la propia naturaleza: "Por sus frutos los conoceréis".

-Santiago Landis

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